Poder… placer… poder
Rumores oscuros que confunden la cabeza
Y perturban a los corazones secos.
Y va a llegar ese dia en que se desvanezcan tus alegrias.
Y esa llamita que, apenas, sos
Se extinga y de ella no quede nada
Ni la pregunta de como hiciste para aguantar
Y gastar tu vida entre todos tus venenos
Y temores que te rendian.
Y hasta el gusano que envidian todos
Y que sabe muy bien que no esta hecho para el amor
Rie del placer de ser tan cruel e inaccesible.
(extracto de Ciudad Baigon, C. Solari).
Con este prefacio infernal de un dios terrenal, animo mis excentricidades a reflotar.
Con el balance infrahumano que este cerdo puede realizar, comencé a extrañarme. Bifurcado el pensamiento, doblegado el sentir. En dos opciones: Conocer sin inferir, coger sin influir.
Me podrías besar la frente y bendecirme, me tocó la guerra y debo parir un hijo de la nación. Así, a flor de piel batallaré tus labios, sabiendo que la primer bala es aquella que nos corroe de sangre fría pulsada por un corazón hirviendo.
El soldado más fuerte sabe que, está destinado a formar parte de la primera línea de ataque. ¡Son las órdenes del general!, aislado en su propio culo, dotado de honor y horror por el café aguado que bebió en el cuartel.
Así está el horno, soy el primero. Aquel que muere sin más escudos que su carne. En cenizas desde aquel balazo pasé a conformarme en tierra de gusanos, tierra olor a azufre, que éstos pueden de aquel hombre putrefacto, hacer fertilizar a gusto y piacere.
Debí renacer de la primer batalla solo para reclamar paz, solo para retrotraer proyecciones, aunque me cueste la muerte otra vez. Mis estrategias han sido descifradas y no estaban codificadas. Un bombardeo de desilusiones destroza el primer punto de encuentro. Esto es así, un juego peligroso, que justifica su razón de ser y placer por su peligrosidad. Encuentros personales, desencuentros mentales. Debí prevenirlo (¡claro! me olvidaba: esto es un juego no premeditado). El vivir con hechos inusitados, nublan el ordenamiento lógico de secuencias. El vivir anonadado por la fugacidad y elementalidad de la mujer en cuestión, me hace desear aún más, desviando parámetros vitales para la subsistencia y coherencia del sentido de este juego-fuego incoherente.
Por tu nombre y la intriga. Por los bellos interregnos efímeros que nos guarda el señor, decido (con la alteza extrema de morir sin matar), ser el pimero de la linea de fuego. En pos del recuerdo que llame a tu cerebro y excite así tu cuerpo estremeciéndose con pensar la realidad de mi coraje, mi motivo de lucha elemental y rancio para el ojo humano medio.
Hasta que ese día nos aceche y justifique lo añorado. Lo atormentado de la cuestión no es esperarlo, sino confrontarlo. Por la leche embriagada que va corriendo por tus entrañas, calcificando así tu exagerada vista del amor. Haciendo estandarte de tus hazañas, no ves más alla del espejo. Que gran maestre te forjo, un descorazonado más descreído del dolor.
Hasta que mis palabras desconfiguren tu ordenado plan femenino de andar, de vagar por la ciudad deseada por las ratas. Hasta que la vida pase su scanner y decida. Hasta que tu sistema plantee una alternativa. Hasta ese día ¡vos que sos nombrada, reafirmas el juramento a tu Dios! pretendiendo así mejoras cabales, cuando lo que nos espera es un infierno encantador!
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